Tras conseguir conectar mi móvil con el portátil he podido descargar unas fotos. Una decide que su móvil de 5 años, cuya tapa de la batería ya se sale sola y cuya batería desconecta en el mejor momento, ya está obsoleto, que le ha sacado buen partido y que si se lo cambia no es una consumista loca. En la tienda pide el más sencillo, bueno, el segundo más sencillo, y claro, tiene cámara.
Y resulta que un sábado sales a pasear con toda la familia. Hace un día precioso, si le compro un potito al bebé en la farmacia que hay delante nuestro podemos ir a una terraza a tomar algo. Me hago con un potito. Vamos hacia la terraza que tenemos en mente, tiene un jardín y la niña podrá correr si se le antoja, pero está llena, y el otro bar que está cerca también tiene la terraza llena, pero tiene un patio, y en el patio puedes sentarte en las mesas que no están preparadas para la comida. Subes y bajas escalones con los carros, te aposentas en una mesa que no está preparada. Miras el reloj, la verdad es que podíamos comer todos. Nos desplazamos a una mesa preparada, aquella otra está más a la sombra. Finalmente estamos instalados. La niña, nuestra razón de comer y cenar en horarios europeos se ha dormido, el niño exige su comida. El camarero nos trae la carta, todo se lee delicioso, nos alegramos de comer en horario europeo. Llega otra familia que come en horario europeo, el pequeño tiene la edad de la niña.
Todo lo que comimos estaba delicioso. Pero como hace tantos días de todo esto no recuerdo los nombres correctos. De primero salami, prosciutto, alcachofas, setas, parmesano, cebollitas caramelizadas, tomates secos, resumiendo, una recopilación de aperitivos italianos. De segundo pasta. Cada uno elegimos una diferente, yo elegí la menos buena. Mi amadísimo marido eligió unos girasoles con no sé qué que eran impresionantes. El postre decidimos compartirlo porque a pesar de haber compartido el primero no teníamos espacio para un postre, y eso que somos de buen comer. De este me acuerdo porque le hice una foto, sopa de granny smith con helado de sirope de arce y virutas de chocolate. El chocolate resultó ser galletas Oreo machacadas, pero es lo de menos, la sopa y el helado eran espectaculares.
Resumiendo, exceptuando los tontos escalones que tuvimos que subir y bajar, dos para arriba, dos para abajo, comimos muy bien, el servicio muy agradable, amable pero no empalagoso, el lugar genial, comer a la sombra de un árbol en Barcelona no es muy usual, y encima sin oír ruido de coches. La niña podía correr sin molestar.
Pues al cabo de dos semanas, más o menos, me encontré una mañana pasando por delante del lugar de los hechos. Estaba necesitada de un café, así que decidí sentarme en la terraza de fuera, que estaba casi vacía. Pedí un café, un agua y un croissant. A mi en algún momento de la juventud se me grabó en la cabeza que si pides un café te has de tomar un agua, me encanta el café, pero necesito tomarme un vasito de agua después. Bueno, pues ese día la verdad es que me dolió mucho mi sana costumbre.
Que desayunar te cueste casi 5 euros está bien si te has tomado un bocata o estás en un sitio fino o de moda. Pero que me cueste casi 5 euros porque me cobran 2,06 euros por un agua de 50 cl, de una marca corriente, que aunque me la han traído en botella de cristal no la han abierto delante mio, ¡me parece un robo!
Normalmente hubiese pagado y me hubiese sentido una despilfarradora, y los remordimientos no me hubiesen permitido explicarlo. Pero la verdad es que 2,06 euros por un agua se me antojó tal ROBO que tras pagar le pedí la carta de precios a la camarera. Evidentemente primero le pregunté si no había un error y me dijo que no, que eso era lo que marcaba la máquina, que ellos no ponen el precio. Al cabo de unos minutos vuelve la camarera, que no tienen carta de precios de las bebidas, que sólo tienen de las comidas. Le digo que no puede ser que tienen la obligación de tener carta de precios. Dice que va a ver si la encargada le puede imprimir una. Viene la encargada, que no tienen carta de precios, que por esta vez me invitan. Le digo que no hace falta que me inviten, que me parece un robo que cobren un agua a tales precios.
No he conseguido la carta de precios, pero estoy contenta porque sin enfadarme he conseguido quejarme. Llamo a mi amadísimo marido mientras cruzo la plaza en dirección a mi destino, le explico lo que me ha pasado. Me dice que ponga una queja, que pida una hoja de reclamaciones, que tienen la obligación de tener carta de precios y que Consumo es estricto con eso. La verdad es que no lo hago, una vez lo intenté hacer por otra cosa y acabé desistiendo porque consideré que era más papel del necesario. Si en ese momento hubiese tenido un blog simplemente hubiese emitido mi queja por este medio.
No sé si es obligatorio tener carta de precios de las bebidas, supongo que sí, pero no me quiero quejar porque no tengan la carta de precios, a mi me parece abusivo que te cobren 2,06 euros por 50 cl de agua por mucha terraza que sea, que ni estamos en los barrios altos de la ciudad, ni el lugar es más que un lugar muy agradable. Evidentemente alguna vez me he tomado un agua incluso más cara, pero es de esas que están en una carta de aguas de esos restaurantes que no se conforman con tener una carta de vinos, ya que piensan que igual que hay amantes del vino hay amantes del agua, y que con una buena descripción pagas precios altos por nuestra querida H2O.
Recomiendo el sitio para ir a comer, pero si vais a desayunar llevaros el agua de casa.