sábado, 18 de octubre de 2008

Fragments Cafe o el robo del agua

Tras conseguir conectar mi móvil con el portátil he podido descargar unas fotos. Una decide que su móvil de 5 años, cuya tapa de la batería ya se sale sola y cuya batería desconecta en el mejor momento, ya está obsoleto, que le ha sacado buen partido y que si se lo cambia no es una consumista loca. En la tienda pide el más sencillo, bueno, el segundo más sencillo, y claro, tiene cámara.

Y resulta que un sábado sales a pasear con toda la familia. Hace un día precioso, si le compro un potito al bebé en la farmacia que hay delante nuestro podemos ir a una terraza a tomar algo. Me hago con un potito. Vamos hacia la terraza que tenemos en mente, tiene un jardín y la niña podrá correr si se le antoja, pero está llena, y el otro bar que está cerca también tiene la terraza llena, pero tiene un patio, y en el patio puedes sentarte en las mesas que no están preparadas para la comida. Subes y bajas escalones con los carros, te aposentas en una mesa que no está preparada. Miras el reloj, la verdad es que podíamos comer todos. Nos desplazamos a una mesa preparada, aquella otra está más a la sombra. Finalmente estamos instalados. La niña, nuestra razón de comer y cenar en horarios europeos se ha dormido, el niño exige su comida. El camarero nos trae la carta, todo se lee delicioso, nos alegramos de comer en horario europeo. Llega otra familia que come en horario europeo, el pequeño tiene la edad de la niña.


Todo lo que comimos estaba delicioso. Pero como hace tantos días de todo esto no recuerdo los nombres correctos. De primero salami, prosciutto, alcachofas, setas, parmesano, cebollitas caramelizadas, tomates secos, resumiendo, una recopilación de aperitivos italianos. De segundo pasta. Cada uno elegimos una diferente, yo elegí la menos buena. Mi amadísimo marido eligió unos girasoles con no sé qué que eran impresionantes. El postre decidimos compartirlo porque a pesar de haber compartido el primero no teníamos espacio para un postre, y eso que somos de buen comer. De este me acuerdo porque le hice una foto, sopa de granny smith con helado de sirope de arce y virutas de chocolate. El chocolate resultó ser galletas Oreo machacadas, pero es lo de menos, la sopa y el helado eran espectaculares.


Resumiendo, exceptuando los tontos escalones que tuvimos que subir y bajar, dos para arriba, dos para abajo, comimos muy bien, el servicio muy agradable, amable pero no empalagoso, el lugar genial, comer a la sombra de un árbol en Barcelona no es muy usual, y encima sin oír ruido de coches. La niña podía correr sin molestar.

Pues al cabo de dos semanas, más o menos, me encontré una mañana pasando por delante del lugar de los hechos. Estaba necesitada de un café, así que decidí sentarme en la terraza de fuera, que estaba casi vacía. Pedí un café, un agua y un croissant. A mi en algún momento de la juventud se me grabó en la cabeza que si pides un café te has de tomar un agua, me encanta el café, pero necesito tomarme un vasito de agua después. Bueno, pues ese día la verdad es que me dolió mucho mi sana costumbre.


Que desayunar te cueste casi 5 euros está bien si te has tomado un bocata o estás en un sitio fino o de moda. Pero que me cueste casi 5 euros porque me cobran 2,06 euros por un agua de 50 cl, de una marca corriente, que aunque me la han traído en botella de cristal no la han abierto delante mio, ¡me parece un robo!

Normalmente hubiese pagado y me hubiese sentido una despilfarradora, y los remordimientos no me hubiesen permitido explicarlo. Pero la verdad es que 2,06 euros por un agua se me antojó tal ROBO que tras pagar le pedí la carta de precios a la camarera. Evidentemente primero le pregunté si no había un error y me dijo que no, que eso era lo que marcaba la máquina, que ellos no ponen el precio. Al cabo de unos minutos vuelve la camarera, que no tienen carta de precios de las bebidas, que sólo tienen de las comidas. Le digo que no puede ser que tienen la obligación de tener carta de precios. Dice que va a ver si la encargada le puede imprimir una. Viene la encargada, que no tienen carta de precios, que por esta vez me invitan. Le digo que no hace falta que me inviten, que me parece un robo que cobren un agua a tales precios.

No he conseguido la carta de precios, pero estoy contenta porque sin enfadarme he conseguido quejarme. Llamo a mi amadísimo marido mientras cruzo la plaza en dirección a mi destino, le explico lo que me ha pasado. Me dice que ponga una queja, que pida una hoja de reclamaciones, que tienen la obligación de tener carta de precios y que Consumo es estricto con eso. La verdad es que no lo hago, una vez lo intenté hacer por otra cosa y acabé desistiendo porque consideré que era más papel del necesario. Si en ese momento hubiese tenido un blog simplemente hubiese emitido mi queja por este medio.

No sé si es obligatorio tener carta de precios de las bebidas, supongo que sí, pero no me quiero quejar porque no tengan la carta de precios, a mi me parece abusivo que te cobren 2,06 euros por 50 cl de agua por mucha terraza que sea, que ni estamos en los barrios altos de la ciudad, ni el lugar es más que un lugar muy agradable. Evidentemente alguna vez me he tomado un agua incluso más cara, pero es de esas que están en una carta de aguas de esos restaurantes que no se conforman con tener una carta de vinos, ya que piensan que igual que hay amantes del vino hay amantes del agua, y que con una buena descripción pagas precios altos por nuestra querida H2O.
Recomiendo el sitio para ir a comer, pero si vais a desayunar llevaros el agua de casa.

viernes, 1 de agosto de 2008

Un éxito inesperado


El jueves 24 mi amadísimo marido cumplió años. Evidentemente los días previos no tuve tiempo para pensar bien y con calma qué le podía hacer para cenar. Agasajar, esa es la cuestión. Es verano, hace calor, no apetece comer la mayoría de los platos que nos gustan, y cocinar aún menos. Y por la noche aún menos.

Pensando en qué podía hacer me vino a la mente el saborcito salado de las rillettes y recordé que en el último mes, saltando de blog en blog, en algún lado leí Rillette de Salmón. A mí las Rillettes de Le Mans desde hace años que me tienen enganchada. Y el salmón me encanta, sobre todo ahumado. Me leí la receta, creo recordar que llevaba salmón normal y salmón ahumado, y seguramente me copié la receta en algún lado del ordenador, pero no me acuerdo. También me atacó el recuerdo un tiramisú que hace una amiga mía, que aunque haga para el doble de gente siempre se acaba. Hace unos años encontrar mascarpone por aquí no era como ahora, que todo tipo de comercios lo tienen, creo que esa dificultad ha hecho que el tiramisú esté archivado en "postres especiales" dentro de mi mente. Y de estas dos cosas mi mente saltó a un maravilloso pastel salado de panqueques que hace una "tía" argentina de mi amadísimo marido. Una auténtica maravilla para el paladar. Otro día intento liar a la cocinera experta para que me lo haga y os lo explico bien, porque es un plato genial para el verano.

Y con este melange de gustos y recuerdos me fui al supermercado, sin tener claro qué tenía que hacer para cenar. La compra fue divertida, 400 gramos de salmón ahumado, pan sin corteza, una tarrina de mascarpone, una bolsa de canónigos listos para consumir y jamón de pato. Ya en casa sin pensar mucho en lo que hacía herví tres huevos, la sangre rusa asocia salmón ahumado con huevos duros, por los blinis. (Ya que en la Wikipedia hay tan poca información sobre blinis prometo escribir un día sobre ellos y daros mi receta.)


Pastel de salmón ahumado


400 gr de salmón ahumado
9 rebanadas de pan sin corteza
1 tarrina mascarpone (250 gramos?)
3 huevos duros pelados y cortados en rodajas
50 gr queso tipo Philadelphia (que sea ácido)
6 rodajas de jamón de pato
alcaparras
mayonesa
nata
canónigos


Batir 200 gr de salmón ahumado, dos cucharaditas de alcaparras, el mascarpone, el queso tipo Philadelphia, la grasa de 4 lonchas de jamón de pato. Como esto me quedó excesivamente espeso lo diluí con un chorrito de nata, pero seguro que se podría usar algo más divertido, cebolla caramelizada con Jerez o con güisqui, por ejemplo.

Para asegurarme que el resultado fuese bonito, ya que esta vez sí era importante, forré un molde de cake con film transparente, y monté el pastel dentro. Primero el corazón con el jamón de pato, es fácil de hacer ya que la forma del jamón te hace el dibujo. Luego unté tres rebanadas de pan con mayonesa. Coloqué primero la rebanada central, con la mayonesa sobre el jamón. Capa de rillettes de salmón ahumado, capa de rodaja de huevos duros, alcaparras, lonchas de salmón ahumado, pan untado con queso tipo Philadelphia, rillettes de salmón ahumado, lonchas de salmón ahumado y capa final de pan untado con queso tipo Philadelphia. Tapar el molde con papel de aluminio o film transparente y meter en la nevera con algún peso encima.



Desmoldar y decorar con los canónigos.

Usar la grasa del jamón de pato fue entre un guiño a las rilletes y su grasa rebosante y un ataque de remordimientos. Se me antojó una pena tirar toda esa grasa, ya que cuando superas la tirria a meterte una loncha de grasa en la boca descubres que el sabor del pato es la grasa que tiene.

El "ojomeneado" gustó de mi invento, aunque lo consideró un "plato contundente". Pero el sábado al repartirnos los restos gustó más y, para su tristeza, cuando quiso repetir descubrió que ya se había acabado. La cantidad que hice da para unas 6-8 personas. No es un plato para servir como primero, es plato único con alguna ensalada de acompañamiento. Y está realmente rico.

jueves, 19 de junio de 2008

La cocina de las abuelas

¡¡¡¡Mmmmm!!!! ¡¡¡Mmmmm!!!
¿Quieres más?
Y luego viene el empacho...

Normalmente todos nos hemos topado con una abuela que cocina muy bien, y que encima borda algunos platos. En general son platos sencillos, fáciles de preparar y que no tienen ningún ingrediente secreto, excepto las manos de la cocinera. No es lo mismo haber hecho un plato varias veces durante unos años, que haberlo hecho muchas veces en el transcurso de muchos años. La mayoría de nuestras abuelas hicieron carrera, máster y doctorado de "sus labores". Primero los hijos, sus platos favoritos, luego los nietos y sus platos favoritos, y en algunos casos ahora son los biznietos que repiten sin parar. Bueno, pues cuando me casé a mi me tocó una de estas abuelas de manos maravillosas.

Cuando comes bien, hay una tendencia a preguntar cómo se prepara dicho manjar. Muchas veces a media receta ya has desconectado la grabadora, demasiados pasos, antes muerta que pegarte tal tute en la cocina. ¡Ah!

Pues mi Avia siempre responde: "Pero si es muy sencillo, se hace en un momento, no tiene nada especial". Y es verdad la explicación de la receta es rápida y la memorizas fácilmente. Y el día que te animas a intentar hacer el manjar te explica otra vez todos los pasos, con un cariño que te da la seguridad para lanzarte a hacer platos, que aunque tradicionales tú no habías hecho o visto hacer en tu vida .

Amor a primera cucharada fue el lomo de cerdo con guisantes de l'Avia. Sólo de nombrarlo mi barriga baila de placer. Tras hacer que me lo preparase varias veces mi amadísimo marido y así poder observar, preguntar y sugerir variaciones que obtuvieron enfados como respuesta, un día me animé a hacer mi intento. El resultado fue correcto, y con la repetición ya he llegado a bueno. (Hay que recordar que tengo el listón muy alto.)

La receta original: pasar el lomo por harina, freírlo y reservarlo. En ese aceite hacer un sofrito con una cebolla y un tomate pequeño. Añadir las zanahorias cortadas y los guisantes, volver a poner la carne, tapar con caldo y dejar cocer hasta que la verdura esté lista.

La tarde del martes se presentaba caótica y necesitaba dejar la cena lista por la mañana, compré unos cortes de redondo de ternera que me llamaron la atención y decidí hacer una versión del lomo con guisantes. Al final en vez de usar guisantes decidí aprovechar las verduras frescas que tenía muertas de aburrimiento en la nevera y que de no usarlas corrían el peligro de pasar al olvido y dejar de ser frescas en unos días. Además tenía en la memoria un pollo con guisantes que me quedó horriblemente dulce hacía unas semanas y decidí no arriesgarme a hacer otra pifia en tan poco tiempo.

La versión: salpimentar la carne, pasarla por harina, freírla y reservarla. En ese aceite pochar dos cebollas medianas y un pimiento verde, añadir el tronco de una rama de apio y tres zanahorias todo cortadito en rodajas, salar y dejar que se cuezan un poco en su propia agua. Volver a poner la carne, echar un buen chorro de güisqui y dejar que reduzca, cubrir con las judías verdes, poner la parte con hojas de la rama de apio encima y tapar. Cuando las judías verdes estén medio cocidas añadir un vaso de agua. Dejar cocer hasta que las verduras estén listas. Tiré las hojas de apio, cuya única finalidad era dar más sabor y aroma, pero eso a gusto del consumidor.

Usé güisqui porque tenemos un excedente de botellas, y si no te lo bebes, lo mejor es cocinarlo.

El resultado: un 8,5 sobre 10. Mi hija no quiso comerlo, mi marido se puso enfermo, así que todo todo todo pa mi. Cené el martes, comí el miércoles y volví a cenar el miércoles. Quería hacerle una foto para el blog, pero me lo comí. ¡¡¡Mmmm!!!

Las apariencias



Estaba en la tienda de una amiga cuando entró un viejito de edad indefinida. Uno de los pocos chatarreros a la antigua usanza que deben quedar. Encorvado, arrugado, polvoriento, con una bata azul, arrastrando o empujando un carro en el que va introduciendo se recolecta. No habla bien, simplemente emite sonidos, se hace entender con las manos.

Cuando se fue, mi amiga reflexiona sobre las apariencias. Al ver su aspecto piensas: pobre; al oírlo hablar piensas: pobre. Pero todo son apariencias, igual es rico, vive de renta, pero eso de recoger chatarra siempre le ha gustado y no sabe estar en casa ocioso, pasea, ve gente, se siente útil.

Realmente pensando sobre las apariencias y la imagen salen muchas ideas.

Dicen que las apariencias engañan, pero el ser humano siempre ha dependido de su apariencia y se ha expresado con símbolos, y en esta era de globalización y tecnología, cada día más. Lo políticamente correcto se extiende por el universo, y las apariencias también se generalizan. Cuando conocemos a alguien mucha información la obtenemos de su apariencia, no de su discurso.

La televisión triunfa, vemos y oímos lo que queremos. Los programas de opinión se multiplican, unos con una imagen más cuidada, otros con un contenido más cuidado. ¿Y la radio? La radio es el gran oasis, la imagen no existe, todo es el discurso, su entonación, los temas que se eligen. Te pueden hacer saltar de un tema a otro sin grandes preámbulos, es ágil. Si la televisión no nos da imágenes nos aburre, la radio no nos da ni una imagen, pero nosotros las generamos.

Cultivar una imagen propia no está reñido con cultivarse uno mismo. Smart en inglés sirve tanto para definir a alguien inteligente, como a alguien elegante. Puestos a dejar de cultivar uno de los dos aspectos cada cual hará su elección, ¿o no?


Mentira, el aspecto es lo primero, por mucho que nos duela.



domingo, 1 de junio de 2008

Y llegó la Pasja


Tras copiar toda la receta del Kulich quedé agotada y ya no os expliqué de qué eran mis kulichí, ni nada de nada. La última vez hice 5, uno sólo de pasas, dos con pepitas de chocolate y piel de naranja confitada y dos con pepitas de chocolate, piel de naranja confitada y nueces. El de pasas no lo probé, pero me dijeron que estaba muy bueno, los otros dos tipos estaban riquísimos, a mi entender.


El tema de los moldes es curioso, ¡porque la receta te dice que uses latas! Recuerdo que mi madre usaba latas. El día que me decidí a hacerlos consideré que eso de usar latas era un poco raro, ¿cómo sabía yo si no iba a envenenar a alguien? Así que me dediqué a recorrer tiendas de mi amado Sant Cugat. Y la solución con la que dí, aún hoy, se me antoja muy buena. Compré 3 ollitas esmaltadas, paredes rectas, una pequeña asa que facilita mucho sacar los kulichí del horno, lo único es que tienen una altura de unos 15 centímetros, y los kulichí tienen que ser altos, muy altos. Pero eso se resuelve con el papel para horno. Hago unos cilindros que meto dentro de las ollitas y consigo duplicar la altura de mis "moldes". Se desmolda en un santiamén, y las ollitas no tienen nada enganchado, con lo cual limpiar los moldes es un placer.


De todas maneras, si no os importan las formas, podéis usar simplemente un molde de cake, y seguramente cualquier molde que se os antoje. Este año usé mis tres ollitas y dos moldes de cake y todos estaban ricos. Evidentemente los que tenían forma de cake fueron cortados en vertical, nada de rodajas en horizontal.


Bueno, pues para acompañar el Kulich nada mejor que una buena pasja. Aquí no hay receta maravillosa que seguir. Cada cocinero acaba encontrando la receta que más le gusta. Además teóricamente debería hacerse con tvarog, un queso fresco (tipo mató) que es ácido y que hasta hace poco aquí no se encontraba, pero que ahora se consigue en tiendas con productos rusos. En mi caso nunca la he hecho con tvarog, siempre con sustitutos (mató y queso Quark).


Hay dos opciones, hacerla más cremosa o hacerla como si fuese un queso tierno. Lo típico es tener unos moldes de madera que tienen forma de pirámide sin el pico, en el que se prensa la pasta, pero a mucha gente le gusta tal cual, sin prensar. En mi casa siempre la habíamos hecho sin prensar, y eso de prensarla y conseguir darle la forma era como un sueño con dos problemas que resolver, por un lado conseguir los moldes con la forma y por otro encontrar el trapo o gasa que hay que usar. El molde sigo sin tenerlo, pero he usado, desde una maceta esmaltada (se necesita un agujero para que el suero se vaya), hasta un simple colador. La tela o gasa es lo más importante, no sirve una tela cualquiera, si es muy tupida no hace el efecto, el líquido no se va a ningún lado por mucho que le pongas toda una enciclopedia encima, lo comprobamos un año. Y si los agujeros son muy grandes, pues se va toda la masa. Un año en un supermercado de Suiza encontré las gasas perfectas, las compré, las guardé, me olvidé de ellas y cuando las quise encontrar no aparecieron. Por suerte nada desaparece del todo, unos 5 años más tarde las encontré, y al cabo de otros tantos las probé. Y ahora tengo un montón, pero no por razones de cocina.


Bueno, cada vez que he querido hacer pasja he tenido que llamar a mi madre para que me dijese qué cantidades aproximadas usar. Así que este año decidí apuntar qué usaba, para ver si conseguía independizarme. Una parte de la masa la prensé en un colador, y la otra la dejé cremosa. Ambas versiones estaban buenas.

Pasja

900 gramos mató
500 gramos queso Quark
2 cups azúcar
5 yemas
4 yemas de huevo duro
250 gramos almendra molida
1 cucharadita vainilla
100 gramos mantequilla a temperatura ambiente, que esté pastosa
ralladura de piel de 2 limones

Batir el azúcar con las 5 yemas hasta que blanqueen y crezcan de volumen. (Este paso lo hice con la ayuda de mi Kitchen Aid, y la verdad es que no quiero pensar cuánto hubiese tardado si lo hubiese hecho a mano.)
Deshacer las yemas de huevo duro, lo mejor es usar un colador de tela metálica a modo de rallador. Añadirlas a las yemas con el azúcar.
Mezclar el mató y el queso Quark.
Mezclar todos los ingredientes.

Comer con kulich.

martes, 20 de mayo de 2008

Por algo hay que empezar

Kulich c pasjai (Kulich con pasja o panetone con requesón dulce)



No recuerdo cuándo fue la primera vez que probé el panetone, pero recuerdo que me gustó la masa pero me sobraban las pasas y la fruta confitada. Manías de infancia. Claro que de eso hace muchos años, y los panetones sólo aparecían en los estantes de algunos supermercados durante la Navidad, y en una única presentación, con pasas y fruta confitada. Nada que ver con la actualidad, que los encuentras todo el año, conteniendo casi todo lo que te pueda apetecer.


Nosotros los necesitábamos para celebrar la Pascua ya que se asemejan mucho al kulich que se toma con la pasja, postre que remataba la copiosa cena de pascua. Recuerdo que algún año mi madre se aventuró a hacer kulichí en casa. No recuerdo el resultado, pero sí recuerdo que nos entristeció mucho cuando decidió que no los haría más por el trabajo que implicaban. Así que con los panetones desaparecieron los originales.


Gracias a la segunda mujer de mi abuelo, Tania, redescubrí los kulichí. Persona perfeccionista hasta el agotamiento, podía pasarse una noche haciendo y rehaciendo un plato tantas veces como creyese necesario hasta que consideraba que era digno de los comensales, pero a la vez muy práctica, cocinaba grandes cantidades que luego congelaba con gran maestría. No era una ama de casa, ella era una artista de brocha fina, trabajó como diseñadora y ya retirada se dedicó a pintar íconos, pero esa perfección que buscaba en todo lo que hacía la llevaba a situaciones que podrían inspirar a los guionistas de Mujeres Desesperadas. Persona posesiva y celosa de lo suyo no era dada a compartir recetas o trucos, pero en una ocasión, movida por mi interés en hacer unos kulichí verdaderos, me envió por correo la fotocopia de su receta y, apuntadas a mano, las correcciones que había que hacer para hacerla como ella la hacía.



Esta es la traducción de la receta, original en negro, correcciones en rojo, para que podáis elegir la que más os guste.


Kulich ruso


Este rico bizcocho de levadura, con fragancia a almendras, frutas confitadas, un toque de ron y azafrán, se servía en la antigua Rusia acompañado de la gustosa y cremosa pasja.

Se obtiene 1 bizcocho grande o dos medianos.

1/2 cucharadita azafrán
1/4 cup ron añejo
1/2 cup frutas confitadas cortadas en daditos FUERA
1/2 cup pasas
1 cup almendras fileteadas tostadas y cortadas toscamente FUERA
1 cup harina tamizada


3 cucharadas levadura fresca
1/4 cup leche tibia, hervida y dejada enfriar
2 cucharadas azúcar moreno


3/4 cup mantequilla
1 cup azúcar moreno
1 cucharadita extracto anís FUERA
1 cucharadita extracto almendras FUERA
Sustituir los dos anteriores por extracto de vainilla
3 yemas de huevo
1 cup nata para montar ligeramente calentada
4-5 cups harina tamizada

3 claras huevo



Remojar el azafrán en el ron durante una hora o más. Mezclar la fruta confitada, las pasas y las almendras con 1 cup de harina. Reservar.


Deshacer la levadura con la leche y las 2 cucharadas de azúcar moreno. Dejar reposar la mezcla hasta que esté espumosa, entre 5 a 10 minutos.


En un mezclador eléctrico batir la mantequilla y el azúcar hasta que esté cremoso. Añadir los extractos, las yemas y la nata tibia. Mezclar bien con la mezcla de levadura. Añadir 4 cups de harina y batir hasta que esté suave y elástico, si es necesario añadir más harina. Poner la masa en un bol untado con aceite, untar con aceite la parte superior de la masa. Cubrir con film transparente y con una toalla mojada en agua caliente y bien escurrida. Dejar reposar en un lugar templado hasta que doble el tamaño.


Desinflar la masa. Volcarla sobre una superficie con un poco de harina y amasar con la fruta y las almendras enharinadas y el ron y el azafrán. (Si al añadir la mezcla de almendras y fruta y el ron la masa se humedece hasta hacerse pegajosa añadirle más harina, 1/4 cup cada vez. La masa debería ser suave, pero lo suficientemente firme como para cortarla sin que se pegue, así que no añada más harina de la necesaria.)

Batir las claras de huevo a punto de nieve. Mezclar con la masa. (Un rascador metálico o una espátula le ayudarán a incorporar bien las claras. Espolvorear con un poco más de harina si se vuelve pegajosa.)

Untar bien con aceite dos moldes (2-pound coffee cans). Cortar y untar con aceite dos círculos de papel para horno que se ajusten al fondo de los moldes. Llenar con la masa los moldes hasta la mitad. Con los dedos húmedos dejar lisa la superficie de la masa. Cubrir los moldes con papel de horno y dejar reposar la masa hasta que llegue casi al borde de los moldes.

Cocer a 190ºC durante 20 minutos, luego bajar la temperatura a 160ºC y dejarlo otros 40 minutos. Si se dora demasiado rápido bajar la temperatura a 150ºC. Probar si está cocido insertando un pincho metálico en el centro. Si se enganchan partículas húmedas volver a hornear otros 10 minutos.

Dejar que el pan se enfríe unos 10 minutos antes de desmoldarlos usando un cuchillo largo.


Decorar con frosting de clara de huevo. (1 clara huevo batida, 2 cups azúcar glas, 1 cucharadita de extracto de vainilla o de almendra o 1 cucharaditas de zumo de limón.) Batir la clara hasta que esté montada, añadir poco a poco el azúcar y el extracto o limón. Esparcir por la parte superior, dejando que el frosting se deslice por los lados. Decorar con almendras o virutas de azúcar de colores. Para servir cortarlo horizontalmente, la parte superior debe guardarse como tapa que asegurará que la parte superior no se seque. Acompañar con Pasja.

Otro día explicaré cómo se hace la pasja.