viernes, 31 de diciembre de 2010

Que abramos muchas puertas en el 2011

Ayer, día 30, aunque sigue siendo mi hoy mientras escribo esto, de repente me fulminó el rayo de la verdad: ¡ya sólo queda un día y pico del año! En estos momentos ya me quedan menos, tan solo unas horas. Y yo, sin menú, sin buenos deseos, pero con un buen propósito, al menos.

Los buenos propósitos, planes, aventuras y demás se pueden idear, poner en marcha, hacer o lo que toque,  durante todo el año, por suerte. De todas maneras, esta noche que nos viene, y aunque lo neguemos el resto del año, tiene algo especial. Cambiamos de año. Así que no deja de ser un día diferente a los otros y, por lo tanto, especial. Personalmente no puedo esperar mucho, soy impaciente, así que mi buen propósito ya lleva unos días en marcha. De todas maneras espero que se alargue durante mucho tiempo.

Sobre los buenos deseos, esas cosas tan esperadas y odiadas a la vez... Me han llegado un montón de mails y mensajes con buenos deseos. La verdad es que me conmueven tanto los tradicionales como los alternativos, los correctos como los incorrectos. Es la época, todos andamos, lo queramos o no, seamos conscientes o no, metidos en nuestra recopilación del año, reflexionando con más o menos fuerza, así que todo nos toca. Algunos años mis buenos deseos han sido un reenvio, y sin ningún complejo. Este año, y puede que sea el primero, y último, tengo un buen deseo para todos:

¡Que abramos muchas puertas!

(Nada de que nos abran las puertas, por favor, leer bien. Cada cual con lo suyo.)



Que sean puertas grandes y pequeñas, puertas de colores, grises, negras y blancas, puertas que nos den una respuesta, puertas que nos regalen mil preguntas y nos suman en el desconcierto, puertas con salida, puestas sin salida, puertas alegres y tristes, puertas de descanso y puertas de aventuras... y cuantas más puertas mejor!!!

¡Feliz 2011! Que se llene de corrientes de aire de tantas puertas que se abrieron, y que nos dejen lo que necesitamos y se lleven lo que no.





sábado, 4 de diciembre de 2010

¡Me han asfaltado!

Hace muchos años, cuando aún no conducía, ni yo, ni ninguna de mis amigas -aunque ya teníamos los 18 años-, nos sorprendíamos al ver lo alucinados, enamorados y sorprendidos que estaban nuestros amigos de la cosmopolita Paris con una carretera tan normal como la Arrabassada. Para nosotros era una carretera que unía nuestro pueblo con Barcelona. Para ellos era una carretera de curvas en medio de la ciudad. Dos maneras de ver lo mismo.
Con el paso de los años llegó el carnet de conducir, y el miedo a la Arrabassada. A mi las rectas, no las curvas. Luego llegó mi coche y sus maravillosas ruedas que me dieron seguridad. Y empecé a disfrutar de la Arrabassada, y ha conseguir poner la tercera y todo! Lo reconozco, y siempre lo he hecho, soy una buena conductora, pero pésima en lo referente a las curvas.
Mi Arrabassada tiene un sentido: de Sant Cugat a Barcelona. Recuerdo ir al cine con mi madre y mi hermano, y la sensación de velocidad mientras dábamos tumbos en el asiento de detrás. Recuerdo días más tranquilos, en que mi hermano me explicaba historias maravillosas en las que aparecían todos aquellos personajes de los dibujos animados que yo le solicitase. Recuerdo el bosque impenetrable. Recuerdo los mareos que sufría mi hermano a veces, y las consecuencias que tenían. Recuerdo historias de accidentes. Recuerdo la primera vez que fui en moto, una noche de octubre, y el frio que llegué a pasar. Recuerdo los intentos de ver a los jabalís por la noche, frustrados todos. No tengo muchos recuerdos de las vueltas a casa.
Y llegó la sequía, el viento, y otras pequeñas catástrofes. Y ahora ese bosque no es tupido, es un colador a través del que se ven todas las casa que plagan el bosque. Y tiene vallas de protección o quitamiedos por todos los lados. Y la bajada a Barcelona es más estrecha y han intentado que no se hagan más carreras, y no se puede adelantar...
Ha cambiado mucho mi Arrabassada, pero sigue siendo una maravilla. Y desde hace años pienso como nuestros amigos parisinos, es una maravilla. Ya no me convierto en la líder de un grupo de coches, me conozco las curvas, hasta los agujeros. Hasta que me asfaltaron. Me re-asfaltaron y perdí mis referencias antiguas. Pero que maravilla.
En primavera las flores llenan de color las laderas que miran a Barcelona. Es un espectáculo que no deja de sorprenderme, aunque sea la segunda vez que lo veo en un día. Rosa, amarillo... (luego busco alguna foto que tengo)
Ya hace años que somos muchos o demasiados los que pasamos por la Arrabassada. Algunos hasta parece que pasan más tiempo en uno de sus miradores que en cualquier otro lado. Y tanto coche no es bueno. No se puede cerrar la Arrabassada, pero hay que cuidarla y mejorarla. ¿Y si se cobrase un peaje por pasar? Yo lo pagaría encantada por poder disfrutar de ella, siempre que no me hagan ir a 40 por hora, claro.
Tiempo al tiempo.
P.D.: Desde que está re-asfaltada he conseguido auto-marearme con mi genial conducción. ¿Alguien se apunta conmigo?